sábado, 6 de septiembre de 2014

Enamorando a mis Propios Demonios ~ Noche 2

¡Confianza!



Zona Costera de Portugal – Lisboa

-¿Has revisado toda la costa? –se escuchaba una voz al teléfono, con un acento extraño.
-Sí señor. Parece que aquí estuvo un tiempo, dicen que viajo más al centro y otros dicen que se fue a Francia –esta vez respondía un chico, de no más de 25 años -¿Viajamos de regreso a Francia mi señor?
-No, en definitiva no regreso. Y ahora Gustav esta también prófugo. Creo que más bien regreso al único lugar que le queda. América –la voz del hombre marcaba las erres fuertemente.
-¿América? Se refiere que está en… ¿Panamá? –el chico sonó algo desconfiado.
-Ahí está el Patriarca Lucas. Va a estar esperándolos. El tomará la misión de ahora en adelante, él está al tanto de lo que se debe hacer si la encuentran a ella o a Gustav. Es todo, no vuelvan a llamar hasta tenerme noticias de ella.
-Si mi señor.
El chico volteo y dirigió la mirada a un pequeño grupo. Se arregló el cabello negro y soltó el teléfono. Frente a él estaba un chico de apenas unos dieciocho años, cabello castaño claro, ojos oscuros. Una chica, alta, cabello negro y ojos verdes. Y uno más, de cuerpo grueso, cabello castaño.
-¿Y bien? –Dijo la chica preguntando al de cabello negro que acaba de soltar el teléfono, parecía inquita –te oí decir claramente América.
-Pues escuchaste bien. Parece ser que ella tiene alguna relación allá... parece ser que ahora cambiamos de jefe. El Patriarca Lucas nos espera en Panamá, debemos darnos prisa, al parecer el maestro Gustav también ha escapado.
-¿Volvió a desaparecer? –el chico más joven pregunto.
-¿Desaparecer? Jajajaja –rio fuertemente y le dio una palmada en el hombro –El maestro Gustav no desaparece, él escapa. Y creo que lo mismo pasa con ella.



Panamá – 9:30 AM
La mañana estaba algo opacada. Las nubes grises tapaban el sol matutino, daba la impresión de tristeza, melancolía. Pereza.
Había pasado una semana completa desde que Claude había aceptado el trato con la misteriosa chica, que se hacía llamar Audrey.
Ya sabía varias cosas de ella, como que siempre traía golosinas en sus bolsillos. O que era una gran pintora, aunque ninguno de sus cuadros los firmaba con su nombre. Utilizaba un seudónimo “Snow”.
Le pregunto el martes, el porqué de firmar como Snow. La respuesta fue: “No quiero ser encontrada… tan pronto.”
El miércoles, la escucho hablando por teléfono, dijo algo de “Le Parapluie”, sabía que significa, pues él hablaba francés, mucho mejor de lo que hablaba español. ¿Pero qué era eso? Sonaba al nombre de un bar, pero tenía ese tono de misterio, como todo lo que involucraba hasta ahora.
El jueves, cuando ya casi se iba a dormir, de camino a la que ahora era su habitación, vio la puerta del pequeño estudio donde ella pinta abierta. Una débil luz salía por la abertura, y la curiosidad lo invadió en seguida, pues escuchaba un murmullo, repetidamente. Cuando miro por la puerta, estaba ella de rodillas, con los dedos entrelazados entre si y los brazos levantado a la altura de su cara. El murmullo venía de ella, estaba rezando. O eso pensó Claude. Podía distinguir que era el Padre Nuestro, pero en definitiva, no lo decía en español.

“Pater Noster, qui es in caelis, 
sanctificétur nomen Tuum, 
adveniat Regnum Tuum, 
fiat volúntas tua,
sicut in caelo et in terra. 
Panem nostrum cotidiánum
da nobis hódie, 
et dimitte nobis débita nostra, 
sicut et nos dimittímus
debitóribus nostris; 
et ne nos indúcas in tentationem, 
sed libera nos a malo.”
Por un momento recordó a su padre, que todas las noches hacía lo mismo.

Viernes, fue un día curioso en verdad.  Se despertó temprano y fue a verla como todas las mañanas en la mesa, la verdad es que estar con ella no era malo, nada malo. Todo lo contrario, le gustaba estar ahí.
-Es bueno verte temprano querido Claude –dijo ella alegre.
-Pareces más feliz que de costumbre ¿sucedió algo? –interrogo él.
Ella agito un papel en su mano –Recibí una invitación, de un expresidente. Va a dar una fiesta, poco modesta. Y además irá Bastian –le hizo un gesto de burla –Iré a presumir que le robe el modelo –le guiñó el ojo.
-Coqueta –le devolvió una sonrisa -¿Iré yo?
-¡Por supuesto! –Miro a los lados buscando –¡Gab! ¡Gab! –llamo.
Enseguida apareció el hombre, parecía más canoso de lo normal –Dígame señorita. Por cierto es Gabriel.
-Nombre de ángeles –musito tan bajo que apenas y se escuchó -¿Esta listo el traje de Claude?
-Sí, hoy en la tarde lo pasaré a buscar. También, una llamada del señor Aznar.
Enseguida Claude se puso alerta, ese nombre ya lo había oído, esta vez la conversación era frente a él, si se cambiaba el tema sería realmente sospechoso, pero a lo contrario de lo que pensó Claude que pasaría…
-¿Qué dijo? –miro con tranquilidad al hombre.
-El domingo a las 8:00 PM y que este lista.
-Bien, entonces llevaré zapatos cómodos –miro al rubio, y su sonrisa era totalmente misteriosa.
Ese mismo día en la tarde estaba sentado en el balcón del apartamento. Ocupaba todo un piso. Se le vino a la mente la pregunta.
-Me pregunto ¿cómo pagara esto?
-Pues... –ella apareció detrás de él, parecía que llevaba sentada ya rato ahí, pero él no lo había notado. Tenía una libreta en la mano con un lápiz. Los puso en la silla donde estaba y se levantó caminando hasta la ventana del balcón -¿Qué piensas qué hago?
-Cuando llegamos, lo primero que pensé fue “imposible, el edificio entero es de ella”, cuando pasamos por la puerta y vi que era solo una residente más,  las cosas se fueron poniendo normal.
Pero debes aceptar que tener un apartamento así debe ser más que costoso. ¿Drogas?
-Tienes razón, es caro. ¿Te puedo contar algo Claude? ¿Puedo confiar en ti? –su mirada se fue entristeciendo.
-¿Qué es? –se levantó hasta donde ella y se paró a su lado, era quizá unas cinco pulgadas más alto que ella.
-Yo ya no tengo familia –la mirada perdida hacía los edificios que se veía a través del vidrio cerrado de la ventana –me la arrebataron, apenas era una niña, pero sobreviví. No recuerdo como.
-¿Los asesinaron? –si era así, para Claude esto sonaba familiar.
-De eso si estoy segura, de quien aún no. Esa noche es un recuerdo bastante confuso.
-Espera… ¿eso que tiene que ver con que te pagues semejante apartamento?
-jaja –apenas y se rio –jajajajajajaja –luego no se pudo contener –vaya, de eso sí que no puedo escapar ¿me creerías si te digo que trafico golosinas? –saco un caramelo del bolsillo del abrigo que tenía puesto.
-¿Eres una psicópata? Pienso que tu familia era adinerada, millonaria, que sé yo. Es la herencia –tomo el caramelo de las manos de Audrey.
-Pues así es querido. Tengo un tío. Es un hijo de puta, acepto cuidarme luego de toda la tragedia, pero apenas había pasado dos semanas cuando me mando directo a Europa. En un espantoso internado católico.
-Se quedó con tu herencia, pero regresaste y ahora la tienes de vuelta. ¿Casas? Este edificio parece nuevo, así no creo que vivieras ahí. –La verdad estaba sacando bastante información.
-Esa casa… no podría estar ahí nuevamente –desvió la mirada –mejor hablemos de tu misteriosa vida.
-Mis padres, ni idea, ni siquiera los recuerdo –sonrió con la mirada baja –me adopto un hombre que antes era presbítero. Luego él fue asesinado y encontré a un maestro. El idiota desapareció y pues llegue al burdel… y de ahí a ti.
“El idiota” se repitió mentalmente con una sonrisa Audrey. –De verdad que si lo eres Gustav –se dijo para sí misma.
-¿Dijiste algo? –levanto una vez más la mirada, encontrándose con los ojos de Audrey.
-Esta noche voy a salir, no vayas a saltar del balcón o alguna otra locura –dijo retomando el gesto de costumbre.
-Bien, no creo querer hacer eso.

Viernes 12 Media noche.

“Ave María, 
gratia plena, 
Dominus tecum, 
benedicta tu in muliéribus, 
et benedictus fructus ventris tui Iesus.
Sancta Maria, Mater Dei, 
ora pro nobis peccatoribus, 
nunc et in ora mortis nostrae. 
Amen.”

Una y otra vez se escuchaba la misma oración, y un grito de agonía acompañaba cada frase.
-chienne ... tais-toi! –cuando podía lograba articular.
Pero la oración no se detenía.
-Ya no nos dirá nada, sin salida. –Rupert acariciaba su barbilla tratando de pensar qué interpreto mal -¿qué diablos está diciendo?
La oración se detuvo, los gritos pararon.
-Me está diciendo “cállate, perra” –Audrey llevo su mirada hasta Rupert.
-¿Lo puedes exorcizar? –pregunto Bastian a Audrey.
-Ya está –camino hasta donde estaba el hombre y con su mano derecha golpeo fuerte con el puño en el pecho del hombre. Este cayo de rodillas y su respiración entrecortada no dejaba que las palabras que salían por su boca tuvieran sentido.
-Vámonos, era un simple espíritu –Bastian parecía molesto.
-El domingo no olviden –dijo Rupert incorporándose –en esa casa hay algo, lo descubriremos. Estamos cerca de Josephine, lo sé.
-Josephine debería dejarnos algo más –miro Bastian al cielo –algo que nos diga dónde está.

Sábado por la mañana.
-¿Gabriel? –Claude pensaba que ya le había pasado la misma situación de que lo dejaran abandonado, aunque no le molestaría quedarse con el bonito Penthouse.
-Dígame –salió de la cocina –si busca desayuno, lamento decirle que no hay nada –bajo los hombros, había olvidado hacer el supermercado. –Puede desayunar cereal.
-No te preocupes, y ¿Audrey? –esperaba la respuesta mientras tomaba un plato y cuchara.
-No regreso ayer –lo decía bastante tranquilo.
-¿Qué? –se le quedo mirando.
-Ella lo hace a menudo. No se preocupe. ¿Está bien si se queda un rato solo? Iré al supermercado.
-No… si, si. No te preocupes. ¿Crees que ella demore?
Gabriel soltó una especie de sonrisa sonora –Me alegra que ella lo encontrara. Ella ahora realmente si está feliz. Y me alegra que usted también se preocupe por su bienestar. Me retiro.
Tuvo toda la tarde para revisar por todos lados, en el estudio había más de diez cuadros sin terminar. Y muchos de los terminados arrinconados.
Ninguna sola imagen de Jesús, o vírgenes, ni santos.
-Reza en latín, pero no es de tener imágenes –miro a una de las paredes del estudio, estaba ya bastante desgastada, pero con tiza había unas especies de marcas. Un circulo, unas cruces y cosas escritas en posiblemente latín -¿alguna secta? No creo. ¿Santera?
La puerta principal se escuchó. Enseguida salió del estudio y corrió a ver quién era.
 -¡Hola! –dijo ella muy animada.
-¿Estas bien? –la miro preocupado, y algo nervioso. Traía con ella, el bastón.
Ella se le acerco y lo abrazo, sentía el perfume -¿crees que dormí en la calle? Y por cierto, tienes permiso de entrar al estudio sin ningún tipo de restricción.
-Bien señorita dígame… ¿eres una especie de santera? –directo.
-¿Santera? No, no. ¿Qué te hace pensar eso?
-En el estudio hay marcas con tiza, y te he visto rezar en ¿latín?
-Soy creyente en Cristo. Ya te lo dije, estudie en un internado católico. Las marcas son una especie de investigación. Nada “diabólico” si es lo que quieres saber.
-Hay cosas de las que no quiero estar cerca –dijo más calmado.
-Por cierto, la fiesta el mañana a las ocho de la noche. El traje lo trae Gab.
-Está haciendo supermercado.
-Lo sé, me llamo. Tranquilo Claude, no dejaré que nada de esas cosas se te acerquen.



Domingo. Casa de la Familia Córdoba.
Audrey llevaba puesto un vestido negro, más arriba de las rodillas, con varias capas y vuelos. Una cinta negra alrededor de su cintura hacía un lazo a un lado. Medias negras hasta las rodillas y unos botines de tacón. En el cuello el collar de siempre, parecía una enredadera en plateado con una gota en el centro. Un chal para tapar los hombros, y el cabello rubio peinado.
Claude vestía un saco negro, adentro una camisa impecablemente blanca, un gatito en vez de corbata. El cabello casi blanco peinado hacía un lado. Entre los dos hacían una combinación bastante encantadora.
-¿Por qué traes un bastón? –Claude vivía con la duda, pero siempre olvidaba preguntar.
-¿Para qué rayos piensas que son los bastones? –lo decía mientras saludaba a distancia a las personas en lo que entraban.
-Caminas de maravilla, hasta usas tacones –la miro.
-Nunca sabes que puede pasar –le guiño el ojo.
-Señorita Giacometti, me alegra de que viniera. –Un hombre de unos sesenta años la saludo –vaya, veo que viene acompañada.
-Señor Córdoba, es el Claude. Le vera conmigo muy a menudo.
-Es un placer –extendió su mano.
-Claude… sin apellidos eh –le estrecho la mano, mientras examinaba al chico.
-Así prefiero –dijo amablemente.
-Así será pues. Por cierto Audrey, Aznar te andaba buscando.
-Muchas gracias señor. Espero disfrutar la fiesta al máximo.

El lugar era inmenso, quizá más grande que la casa de Bastian. Había gente por todos lados, vestidos muy elegantes. El salón donde se reunía la mayoría de los invitados estaba decorado de dorado y rojo. Por un momento el burdel de Madame Cil se le vino a la mente. Y en ese instaste recordó que podría ver alguna de las personas que llego a “tratar” en aquel burdel.
Se detuvo de repente y halo a Audrey a su lado.
-¿Pasa algo? –lo miro extrañada.
-Aquí… puede que haya… ya sabes, yo antes estaba –no sabía ya como terminar la oración, mirando a los lados para buscar a alguien conocido.
-No te preocupes. ¿Crees qué se atrevería alguien estando tanta gente aquí en mencionar que h estado en un burdel? –Estas seguro.
-Espero.
En ese mismo momento al final del salón Audrey pudo notar a el Sr. Aznar hablando junto a Bastian y otra chica más.
-Es… ¿una monja? –en definitiva la chica no vestía un escote.
-Vamos a saludar Claude –se acercaron de inmediato.
-Hasta que al fin llegas –dijo tan groseramente como de costumbre el pelirrojo.
-Buenas noches señorita –la monja hizo una leve reverencia.
-Me alegra que llegarás Audrey –el tono de voz del Sr. Aznar sonaba tan amable.
-¡Hola! –Miro a Bastian furtivamente –también me alegra verles. Él es Claude. Del que les hable. Ellos son, Rupert Aznar, Bastian Luttenberg y Ariza. Tampoco tiene apellido.
Bastian volvió a mirar bien al chico y noto enseguida ese rostro particular.
-¿Qué diablos hace aquí? –hablo horrorizado.
-Ves, así reaccionaran si te ven –dijo sonriente a Claude –no debes preocuparte corazón.
-Un placer a todos. Me da gusto verte Bastian –no podía aguantar la risa, tan solo de ver la cara del pelirrojo. Espanto.
La pequeña reunión se dispersó. Y enseguida Audrey llevo a Claude hasta una salida que daba a una especie de terraza.
-Bien, toma esto –le entrego el bastón –no llames la atención, aunque creo que va a ser difícil.
-¿Te vas? –le dijo confundido.
-Unos minutos, varios minutos. Si ocurre algo sal de la casa, pero no te vayas a ir.
-¿Qué rayos vas a hacer?
Lo miro y abrió los labios con intensión de hablar, pero las palabras se quedaron en la boca –nada malo –fue lo único que dijo.
No replico, pero ya había ideas fugaces en su cabeza.
Estaba ya casi seguro que ese apartamento se estaba pagando a base de que ellos cuatro robaban en fiestas de gente adinerada.
-Tiene que ser eso –se dijo a sí mismo.

Mientras tanto, Audrey, Rupert, Bastian y Ariza iba caminando hacia la parte de atrás de la enorme casa.
-Ariza, cuando te avise cortarás el flujo de luz. En ese momento podremos subir al segundo piso. Audrey, irás a la derecha, Bastian y yo iremos por la izquierda. NO deben matar a nadie por nada del mundo.
-Entendido –dijeron todos al mismo tiempo.
En el fondo se podía escuchar la música amenizada por un mariachi. Excelentes interpretaciones, cada pieza terminada era seguida por aplausos. Risas invadían el salón, personas relacionadas con el gobierno y varias de las compañías más importantes del país estaban ahí.
De un momento a otro las luces se fueron y el asombro de las personas se hizo escuchar.
-Tranquilos, no se asusten ya pronto se encenderán, hay un generador –se escuchó la voz del Sr. Córdoba tratando de calmar.
Los tres individuos se colaron entre la multitud y subieron por las escaleras principales. Se escucharon los murmullos entre ellos y se dividió el grupo.

Abajo Claude -¡Ahí está! De seguro fueron ellos. No me lo creo. No pensaría eso de ninguno de ellos al verlos, mucho menos del tal Aznar o de una monja. La monja debe ser para despistar –se hablaba a sí mismo. Pero esas ideas fueron interrumpidas cuando sintió que alguien le sujeto fuertemente por el brazo.
Sintió una respiración cerca de su oreja y enseguida unas palabras susurradas –cuento tiempo Claude.
Reconoció casi de inmediato la voz, y un escalofrío recorrió su cuerpo.
-¡Suéltame! –se zafo del agarre de un empujón.
-Pero que dicha encontrarte aquí pequeña ratita, y andas muy altanero por ahí con ese idiota de Bastian, y peor aún con la chiquilla maniática de Audrey.
-Vincent, te recuerdo que ya no estamos en el burdel. No te me acerques.
-shh alguien podría escucharte. Se enterarán de tus secretos sucios –soltó una risa, sus palabras sonaban casi asquerosas.
La luz se volvió a encender, y las personas sonaban más calmadas.
-Pero mírate, tan arreglado. Deberíamos irnos –la miraba perturbaba a Claude.
-Ya te lo dije, aléjate.

En el segundo piso pasaba de puerta en puerta Audrey, buscaba alguien en particular, pero no sabía ya cuántas puertas había abierto. Todas se veían igual.
-¿Qué haces aquí? No puedes estar aquí –la dulce voz de una niña la detuvo.
Se dio la vuelta, y la miro sonriendo –verás, buscaba el baño.
-¿Quieras jugar conmigo? –la niña no cambiaba sus gestos al hablar, parecía estar seria.
-Eso suena maravilloso –comenzó a seguir a la niña –me dirás… ¿tu nombre?
-No –no dijo más nada.
Entraron a una habitación, estaba dividida en una especia de recibidor y a la izquierda podía ver una puerta abierta, desde ahí podía ver la cama y algunos muebles.
Examinaba el lugar donde estaba.
-¿Ya vas a bajar? –pegunto la niña.
-¿Bajar? -Miro extrañada –¿a dónde?
-Al infierno mata ángeles –su voz sonaba ronca. Audrey se volteo enseguida con los ojos bien abiertos.
-¡Maldición! –se dijo para sí misma, corrió hasta la puerta que daba al dormitorio y la cerro.
Afuera podía escuchar a la niña ahora con una voz completamente distinta hablarle.
-¡Vamos sal! NO NO
Buscaba alrededor algo que le sirviera para defenderse. Justo en la mesa al lado de la cama había una biblia, bastante gastada, la portada en azul. La abrió y comenzó a leer.

“ El Señor es mi pastor, nada me faltara.
 En lugares de delicados pastos
me hará descansar;
Junto a aguas de reposo me pastoreara.

Confortara mi alma;
Me guiara por sendas de justicia
por amor de su nombre.

Aunque ande en valle de sombra
de muerte,
No temeré mal alguno, porque 
Tu estarás conmigo,
Tu vara y tu cayado me
infundirán aliento”

-¡Eso no sirve! NO NO –ya comenzaba a gritar.
Mientras más leía los versículos, más le temblaban las manos, escuchaba una voz siniestra en su mente repetirle lo que ella decía, hasta que dejo caer la biblia. La voz le temblaba, pero trataba  de seguir recitando los versículos. Cuando levanto la biblia de entre las páginas salió un separador en forma de una muñeca de papel. Las manos de picaban y la voz en su cabeza seguía repitiendo cosas inentendibles para ella.
-¡Cállate! –Grito Audrey –no me dejas concentrarme… El señor… es…
La puerta se abrió lentamente –El señor te ha abandonado, porque mataste a su ángel –se le acercó un poco –el señor está molesto contigo A-SE-SI-NA.
Audrey callo de rodillas al suelo y su respiración comenzaba a acelerarse. La niña puso su mano en la mejilla de ella –Nadie te salvara.



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